sábado, 13 de mayo de 2017

El gladio I. Vainas


Bajorrelieve que muestra un gladio tipo
Pompeya con la vaina unida al cinturón
Conste que ni la moribundez ha remitido ni la musa ha retornado, pero como llevo ya más de veinte días sin decir ni pío haré un esfuerzo ímprobo para que vuecedes no se sientan desamparados ante sus alevosos cuñados, que seguramente habrán aprovechado estos días de silencio para ilustrarse a base de bien con el perverso fin de demostrar su sapiencia en cuanto se descuiden. Bien, para hoy he elegido un tema bastante interesante aunque eso de empezar a hablar del gladio por las vainas suene absurdo. Sin embargo, prefiero hacerlo así ya que información sobre estas armas hay mucha, pero no tanta sobre su envase. Así pues, y ya que es un complemento de este tipo de espada que tuvo una serie de peculiaridades muy definidas, creo que merece que se le dedique un poco más de atención ya que este tema tiene su enjundia. Pero, en primer lugar, un breve introito para ponernos en situación.


Como puede que algunos de los que me siguen recuerden, y si no lo recuerdan o no saben de qué hablo hagan el favor de pinchar aquí para ponerse al día, hace ya casi tres años (¡AGGG...!, el tiempo es el enemigo inexorable del hombre) se publicó una entrada bastante completa dedicada a los orígenes del GLADIVS HISPANIENSIS, o sea, la espada española que ya mencionaba Plinio el Viejo y que tanto acojonó a los hijos de la gloriosa Roma. Esta espada, mucho más letal que el XIPHOS griego al uso en el ejército romano de la época ya que a una gran capacidad de penetración se le unía una devastadora eficacia en los golpes de tajo, estuvo operativa en las legiones hasta el siglo II, cuando se adoptó la SPATHA de origen celta empleada desde mucho antes por la caballería. En la imagen de la izquierda vemos un HASTATVS durante las Guerras Púnicas en cuyo costado pende un GLADIVS HISPANIENSIS sujeto al cinturón mediante dos correas de cuero que, a su vez, están fijadas a las cuatro anillas de suspensión de que va provista la vaina. En la foto del detalle podemos ver en qué consistía esta forma de sujeción, y bajo la misma tenemos una recreación de dicha vaina construida de forma similar a las empleadas por los belicosos habitantes de la Península. Recordemos que los romanos tenían la inteligente costumbre de no complicarse la existencia inventando, sino copiando lo que veían que funcionaba bien.

Para elaborar una vaina o, dicho con propiedad, una VAGINA, se recurría a dos valvas de madera ahuecadas con la forma de la hoja según vemos en la figura de la derecha. Luego se forraba de cuero para protegerla de la intemperie y, de paso, para hacer gala de las posibilidades económicas de cada cual ya que los romanos, al igual que sus enemigos, se preocupaban mucho de obtener armas de calidad y de adornarlas de la forma más suntuosa posible según veremos más adelante. Así pues, aunque no tenemos pruebas determinantes sobre este detalle, es más que probable que el cuero estuviese teñido de colores más o menos vistosos para dar realce al conjunto de la misma forma que, como también veremos en una entrada posterior, se gastaban un dinero en guarniciones de marfil o metales nobles para las espadas. Por cierto que no quiero dejar de aclarar que con la palabra GLADIVS los romanos no designaban a un tipo de espada en concreto, sino que era el término genérico que usaban para designar a cualquier arma de este tipo.

Gladio tipo Mainz en su vaina
que, como vemos, está forrada
totalmente de metal por su cara
anterior
Bien, estos serían grosso modo los comienzos del gladio en el ejército romano. Como hemos visto, se limitaron a copiar tal cual esta espada tanto en sus características morfológicas como en la vaina, encontrándose con la gratificante sorpresa de que eran extremadamente dañinas con los enemigos. Con todo, como es lógico, el gladio fue sufriendo una evolución en manos de los romanos, que lo fueron adaptando tanto a su forma de uso como sus gustos estéticos. De ahí que a las cantoneras, abrazaderas, anillas y brocales que ya se empleaban se añadiesen determinados elementos decorativos que nos permiten además datar los pocos ejemplares que han llegado a nuestros días, la gran mayoría extraídas en ríos o donde antaño hubo algún curso fluvial debido al parecer a algún tipo de costumbre de tipo religioso que obligaría a arrojarlas al agua como ofrenda. Recordemos que en el ejército romano perder las armas era sinónimo de deserción con las consecuencias que ello conllevaba y que, por otro lado, el acero de las armas iba siendo reciclado para fabricar otras cuando se rompían o pasaban de moda por lo que no es precisamente fácil dar con ejemplares de la época que nos ocupa. Así pues, en primer lugar tendríamos las vainas destinadas a contener los gladios tipo Mainz, de las que hay un amplio surtido de variantes debido a que, con la llegada del Principado, las tropas fueron dejando atrás la estandarización habitual de tiempos de la República y decorando sus armas conforme a sus gustos y/o posibilidades económicas. De hecho, era habitual adquirir las espadas bien a soldados veteranos que se licenciaban o bien en las FABRICÆ estatales repartidas por el imperio o incluso a artesanos civiles establecidos cerca de los campamentos. Así, y aunque raramente se usaba el hierro para estos menesteres, el bronce era el material predominante por su facilidad a la hora de manufacturarlo y por su bonita apariencia cuando era pulido. A finales del siglo I a.C. se puso de moda cubrir la cara anterior de las vainas con láminas de metal, generalmente una aleación a base de cobre y zinc que ofrecía un aspecto dorado que contrastaba con el color del cuero que envolvía la vaina de madera. De hecho, hacia los comienzos del Principado se comenzó a emplear una aleación denominada ORICHALCVM o AURICHALCUM (pronúnciese oricalcum o auricalcum ya que estos probos ciudadanos pronunciaban la che como una ka) compuesta por un 80% de cobre y un 20% de zinc que, casualmente, era la misma proporción usada en el sestercio acuñado por Augusto hacia el 23 a.C., por lo que una vaina guarnecida con este metal era como llevar encima una reserva monetaria que valía su peso en sestercios cuyo valor facial era de 1/5 de denario.

Según el gusto personal del propietario, las guarniciones se dejaban en su color dorado natural o bien les daban un baño de estaño. Este metal, al tener un punto de fusión muy bajo, de apenas 232º, permitía introducir en la colada las piezas de AURICHALCUM para, posteriormente, bruñirlas y dejarlas con un aspecto similar al de la plata, mucho más cara y difícil de manipular por tener un punto de fusión casi cuatro veces superior. En la ilustración de la derecha tenemos un par de recreaciones de vainas para gladios tipo Mainz que, según podemos apreciar, están enteramente contorneadas por una cantonera en forma de U que era fijada al conjunto mediante pequeños remaches. En el primer ejemplo, totalmente cubierto de metal, hemos colocado tres láminas decoradas, una bajo el brocal, otra en el centro y una última en la contera. Generalmente eran repujadas con motivos florares o mitológicos si bien se podía recurrir a diseños más personalizados en base a algún hecho heroico o como alabanza a algún dios o un emperador. En la otra figura hemos representado una vaina similar inspirada en el tipo Fulham, una variante del Mainz datado hacia la primera mitad del siglo I d.C. que, como vemos, estaba desprovista de cubierta metálica salvo en el centro y bajo el brocal. La figura de la derecha nos muestra el reverso de ambas vainas donde se aprecia la costura de la cubierta de cuero.

Otro tipo de decoración que tuvo bastante difusión eran los calados, denominados como OPVS INTERRASILE y cuyo aspecto podemos ver en la foto de la izquierda. En este caso se trata de una contera que, como era habitual, estaba provista de sus propias cantoneras en forma de solapa que abrazaban los bordes de la vaina para quedar fijada a la misma. Aunque no se sabe con exactitud, parece ser que cuando se usaba este tipo de decoración se optaba por estañarlas y, combinadas con cuero teñido de colores muy oscuros, simulaban el nielado, una labor de orfebrería consistente en rellenar las partes huecas con un esmalte negro obtenido de una mezcla a base de plata y plomo fundidos con azufre. En definitiva, el OPVS INTERRASILE era una versión económica del mucho más costoso nielado, que solo estaba al alcance de las faltriqueras bien llenas de denarios. Otro tipo de decoración podía ser a base de perforaciones punzonadas, figuras geométricas o reticulares que, según podemos suponer, serían menos costosas.

En el caso de las decoraciones en bajorrelieve vistas anteriormente, algunos autores sugieren que, además del sistema de repujado convencional, se podrían usar matrices para facilitar su fabricación en masa. Esto se ha deducido en base al objeto que vemos a la derecha, una placa de 15 cm. de longitud hallada en un asentamiento civil próximo a Batavorum, en la actual Nimega (Holanda), que suponen podría ser una matriz para elaborar mediante estampación una lámina para decorar las vainas. Personalmente lo pongo en duda por varias razones: primero, porque puede tratarse de un elemento decorativo de mil cosas como demuestran los orificios practicados en el centro y los extremos de la pieza. Por otro lado, una matriz precisa de otra para prensar el metal contra ella, lo que en este caso conllevaría el uso de máquinas de una gran potencia para llevar a cabo la estampación. Por ello colijo que con los medios de la época era más viable el repujado convencional, y tampoco creo que la demanda de un determinado tipo de decoración fuese tan grande como para que fuera rentable la producción en masa. Una vaina y su espada podía durarle a un legionario toda su vida militar salvo en el caso de que dicha vaina se perdiese o se deteriorase, lo que no ocurriría a diario. Sea como fuere, he preferido dejar constancia de esta hipótesis y que cada uno crea lo que estime más oportuno, amén de los amenes.

A la izquierda podemos ver una recreación de la vaina propia del tipo Pompeya, una variante surgida a comienzos del siglo II d.C. en la que se redujo notablemente el surtido de diseños o, al menos, eso es lo que se puede suponer a la vista de los ejemplares hallados por lo que, como es habitual en estos casos, nos regimos por aproximaciones más o menos fundamentadas. Curiosamente, las piezas que dan nombre a esta tipología aparecieron en lo que fue una SCHOLA de gladiadores en la citada ciudad, enterradas bajo las cenizas arrojadas por el Vesubio y sin sus respectivas vainas. No obstante, han aparecido ejemplares similares que nos permiten conocer su morfología. En este caso, la cantonera que desde hacía siglos había servido para reforzar la vaina desapareció, quedando solo la contera por su cara anterior y la decoración situada bajo el brocal además de las dos abrazaderas habituales. Un detalle propio de esta tipología es el florón en forma de palmera que vemos encima de la contera, mientras que en lo referente a las láminas se seguía recurriendo a los motivos y métodos que ya se usaban en los tipo Mainz. En cualquier caso, creo que queda más que demostrado que la tropa no se privaba de invertir en una panoplia lo más lujosa posible, costumbre esta habitual en los guerreros de todas las culturas y épocas que, en el caso de los romanos, puede resultarnos un poco más impropio por su condición de soldados profesionales, lo que nos induce a asimilar sus pertrechos con la uniformidad que vemos hoy día en los ejércitos del mundo. Sin embargo, como vemos, no era así, y mientras que el casco, la armadura o el escudo sí obedecían a unos patrones similares, en lo referente a las espadas y los puñales cada cual hacía de su capa un sayo y se gastaba en ellos lo que se pudiera permitir.

Respecto a la forma de portar la espada, hubo una evolución desde la adopción del gladio hasta su abandono en favor de la SPATHA. Aunque, como ya hemos dicho, nos movemos en el terreno de las hipótesis más o menos fundamentadas, por lo general todos los estudiosos en la materia coinciden, en base a las representaciones artísticas que se conservan, en que hasta los últimos tiempos de la República se llevaba colgando de un cinturón de la forma que vemos en la foto izquierda, usándose las anillas para anudar a ellas dos correas que actuaban como una especie de ojal de suspensión. El PVGIO se colocaba en otro cinturón, quedando ambos cruzados uno sobre el otro. Posteriormente, ya en el Principado, se recurrió a un tahalí que se servía de las anillas para darle a la vaina el ángulo de inclinación más cómodo para el usuario, si bien por lo general la posición de la espada era muy alta, con el pomo casi bajo la axila. En la foto de la derecha podemos ver su aspecto.

La unión del tahalí a las anillas podría efectuarse mediante simples lazadas o con la ayuda de botones de bronce pasados por ojales. Por otro lado, se supone que el tahalí quedaba sujeto bajo el cinturón que sustentaba el PVGIO ya que, de lo contrario, al correr o al agacharse la espada se movería o colgaría hacia adelante de forma bastante molesta, por lo que se da por sentado que se optó por esa solución para inmovilizarla. Si observamos la foto de la izquierda, en la que aparece un gladio pendiendo de su tahalí sin sujeción de ningún tipo, bastaría inclinarse un poco para que el arma colgase delante del pecho e incluso tocase el suelo con la contera. Incluso los probos ciudadanos recreacionistas que se devanan los sesos con estas cosas, han sufrido en sus propias carnes el efecto de un gladio sin inmovilizar cuando corren, momento en el que tienen la irritante tendencia de desplazarse hacia el centro del cuerpo, colgando la vaina entre las piernas con el consiguiente riesgo de machacarse los TESTICVLI, cosa muy irritante porque duele una jartá. Otrosí, y a modo de aportación personal, colijo al desenvainar la espada podría arrastrar la vaina con la hoja, dificultando o incluso imposibilitando la extracción salvo que se sujetase dicha vaina con la mano izquierda que, como sabemos, sujetaba el escudo. Por otro lado, como muchos sabrán a estas alturas, salvo los centuriones todo el personal llevaba la espada en el costado derecho. Al parecer, la teoría más aceptada acerca de esta peculiar disposición indica que estaba orientada a facilitar el desenvaine en caso de que, debido al empuje enemigo, el brazo izquierdo que sujetaba el escudo impidiese acceder a la empuñadura por tenerlo muy pegado al cuerpo. Sea cierto o no, la cosa es que cuando se adoptó la SPATHA todo el mundo tuvo que colocársela en el costado izquierdo ya que su mayor longitud no permitía efectuar un desenfunde como en el caso del gladio, colocando la mano con la palma hacia fuera, el pulgar hacia abajo y tirando de la empuñadura de forma paralela al cuerpo. 

En fin, no creo que olvide nada especialmente importante. Como hemos visto, algo aparentemente tan irrelevante como una vaina de espada tiene más enjundia de lo que parece, y en este caso aún más tanto en cuanto servían para que cada legionario pudiera reflejar en ellas su estilo personal o su poder adquisitivo. El mismo Plinio nos da testimonio de ello cuando hablaba de como los soldados se preocupaban de decorar sus armas con plata grabada y marfil, y de como tintineaban sus guarniciones de metales nobles para dar envidia al personal. El ejemplo más preclaro de lo hallado hasta ahora lo tenemos a la derecha. Se trata de la vaina de un gladio tipo Mainz conocido como Espada de Tiberio, un ejemplar primorosamente trabajado en el que aparece Augusto deificado como Júpiter y flanqueado por Marte y la Victoria mientras que el victorioso Tiberio ofrece a su antecesor una estatuilla de la Victoria a raíz de su triunfo en alguna campaña en Germania. No se sabe a quién perteneció, pero por su elaborado diseño se supone que debió tratarse de un oficial de alto rango que sirvió con el césar y quizás quiso hacerle un poco la pelota decorando la vaina de su espada con una alegoría del triunfo de su amado jefe. Por cierto que las partes que vemos en color blancuzco se deben al estañado de esas partes de metal que cubren la vaina.

En fin, ya está. Es hora de merendar y eso no lo perdono.

Hale, he dicho

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